jueves, 21 de enero de 2010

Luz de sombra


Una luciérnaga me contó una historia una vez. Trataba sobre amor y odio. Y hoy, al fin, he comprendido que quizá el amor no pueda existir si no hay odio junto a él en su cama, compartiendo las sábanas y comiéndose a besos eternamente. Hoy he comprendido que el odio, en cambio, si puede vivir sin amor. Quemando esas sábanas junto con los besos en la hoguera de la venganza.

Aun recuerdo aquella historia nítida, aunque nunca llegó a existir tal luciérnaga. Solamente existía yo y la habitación estaba vacía. Yo siempre me contaba historias, que después de un tiempo, he comprendido que algunas son ciertas y otras, por desgracia, no.

Puedo vivir sin aire, puedo vivir sin luz, puede incluso que pueda vivir sin odio, pero no sin amor. Y llegada a la conclusión de que amor y odio van en la misma caja, no se si quiero seguir viviendo. Incluso pudiendo vivir sin vivir.

Todo a mi alrededor se ha transformado en una luz de sombras constante. Un abismo enorme del que no puedo escapar, no llego al otro lado de él, siempre me caigo y me absorbe su oscuridad, como en una pesadilla en la que tan solo caigo en silencio pero, con una diferencia, de ésta no despierto, sigo girando y callendo hacía la oscuridad constante. Sin luz.

Tan solo camino


Se ruborizan las flores en esta noche sin luna. Se marchita mis suspiros en pausa. Se cierran mis ojos cansados. Y no puedo gritar.

La luz es tenue, casi nula. Camino sin destino. Camino hacia ti y no se donde estás. Lejos, muy lejos. O quizás cerca. No me importa, tan solo camino hacia ti.

Quiero tocar tu cuerpo, desnudarte con la mirada desde una esquina de tú habitación. Hacer nuestro el verbo amar. Crear lo que no existe. Yo no existía hasta que llegaste y nació vida.

Camino sin cesar. Aun tengo el olor de tu sudor en mi mente, una droga de la que no puedo ni quiero escapar. Me hace sentirme grande cuándo está junto a mí, acariciándome junto a ti.

Camino otra vez pero las flores se han cerrado. Es tarde, no hay luna, no estás tú.