Tan solo agonía y estos absurdos pensamientos de posibles.
Fuera la noche apaga la luz de estas aguas, mi tumba, ahora un apacible cementerio en penumbra.
Los pulmones luchan por última vez. Respiran sal que quema mi vida. Los pensamientos se van apagando, excepto uno de rara tranquilidad que ya no quiere gritar, total, nadie quería escuchar. Mis ojos se sumergen en la oscuridad. Todo se apaga.
Nada. Aquí nadie grita, nadie escucha. Aquí nadie necesita de nadie. No hay nadie, ni mis gritos, ni mis pensamientos. No estoy ni si quiera yo.
Silencio y nada.
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