Comienzo escribiendo algo que no se muy bien como terminará; no se que contar, y lo que cuento se me ocurre mientras que por mi cabeza pasan mil ideas a la vez. Quizás hable de amor, de vida y de felicidad; o puede que sí el cielo está gris, cubierto de unas nubes que no dejan elevarse ni un suspiro de aire; escribiré sobre sufrimiento, dolor e hipocresía. No se si esto que escribo servirá para algo, tan solo se que mientras estas líneas se delatan solas se calma mi ansia de vivir y de pensar, de actuar y de llorar. Puede que después de escribir líneas interminables de amor, cambie el tema y dibuje con pequeños fragmentos de la literatura, a los que llamamos letras, cada rincón de mi alma, que saque de tus ojos unas lágrimas que, por primera vez, tendrán un motivo de llorar ya que muchas veces los motivos que nos da la vida no son suficientes para derramar ese llanto, que para nuestra mirada son tan insignificantes comparados con los de los demás, que pensamos que no merece la pena derramar más lágrimas por nosotros mismos. Me desvié del tema, pero mi mente no está dispuesta a pegar un frenazo y cambiar de tema, ansia con todas sus fuerzas relatar lo que pasa por delante de mis manos en este preciso instante, en este segundo que se consume al leer esté melancólico relato. No hay que negar el retrato que la vida dejó tras nuestras espaldas, así yo os cuento el mío.
La verdad es que no puedo contar una historia que, en todos sus matices, tenga puntos felices y alegres para la vista; es una vida más, con sus mas y sus menos, con su realidad pero también con puntos de mentira que intento intercalar para que la espera de esa "vida de reyes" de la que hablan tantas personas llegue, para que no se me haga tan pesado el paso de los días que pasan lentos y en los que cada segundo cuenta. No se muy bien por donde empezar, quizás lo más lógico es dejar que fluya solo. Realmente no tengo ganas de contar nada, ya lo escribí en forma de canción en su momento; canciones que algún día se perderán en el olvido y que ya nadie recordará. Como una historia más doy comienzo a lo que yo soy, lo que me hizo llegar hasta donde estoy, que no es mucho pero tampoco nada; simplemente una historia de una persona más que intenta vivir sin preocuparse de sus propios errores pero que estos le acechan en cada momento.
No se muy bien por donde seguir, quizás no continué con esto o algún día lo vuelva a leer como recuerdos de un momento mejor de mi vida y tenga las fuerzas suficientes para continuar con esto. La verdad es que no se como continuar, ni la manera correcta de seguir con esto aunque tengo fuerzas suficientes para contar lo que yo soy, y lo que hizo que sea así.
Pelo corto, de un color muy parecido al castaño pero que no lo roza ni por asomo, sin ningún tapujo de por medio para decir lo que piensa, con las ideas muy claras pero muchas veces con demasiadas dudas de por medio; así soy yo, un chico que intenta cumplir sus propias metas como el resto de humanidad, o como la mayoría de los seres que viven en este planeta al que se le llamó Tierra y no se muy bien el porque puesto que vivimos rodeados de agua, mas que tierra, pero que quizás sea una incógnita más de esas que no tienen respuesta. La mirada me delata en la mayoría de los casos, amante del teatro pero sigo siendo un actor sin ningún guión al que ceñirse ni de hacer que sea el punto clave de la obra en la que nos movemos cada uno de nosotros. Muchos misterios guardó en mi interior, demasiados, que jamás saldrán de mí o quizás algún día me haga una apuesta conmigo mismo y los grite entre una multitud, en plena hora punta, en una calle de una ciudad que la visión no alcanza a ver sus fronteras ni donde terminan sus edificaciones. Sigo sin saber muy bien que hago en esta vida, pero muchas veces hay algo por lo que luchar que, por insignificante que sea, merece la pena arriesgarse e intentar cumplirlo para luego decepcionarte o quizás sonreír porque lo que has conseguido realmente mereció la pena, pero el tiempo que invertiste en que eso se cumpliera no volverá y puede que por ese motivo te arrepientas eternamente o quizás no.
Aun pienso que no se lo que estoy escribiendo, que esto cambia de tema como ese niño que se cansa de comer un caramelo y lo tira en una papelera o al propio suelo para desenvolver otro y hacer que por instantes su vida tenga un sabor dulce o amargo.
Continuar con una subsistencia en un mundo tan hipócrita que hace que sus propios habitantes se consideren visitantes de este mundo, no es algo bueno para escuchar, pero el curso de todo esto continua y seguirá así por una eternidad con un fin que todos esperamos que no lleguen pero que en secreto ansiamos su llegada.
Con un punto y a parte continúa mi insistencia en los susurros que me grita el aire, con su melancolía de siempre que es tan constante como si estuviera desnudo frente a un tren que no llega, en el que están mis recuerdos del pasado y los que vendrán en un futuro no muy lejano pero que se resiste a llegar.
No tengo nada por lo que creer, soy un ateo más en esta ciudad en la que el frío hace que mis oídos no escuchen las llamadas que me lanzan las almas perdidas, que todo el mundo ya olvidó, que tan si quiera son un recuerdo de las que nos acordamos de vez en cuando, o de esos que se estudian en las escuelas para no perder el tiempo en una vida retirada en lo que es la cruda realidad. Como dice una canción más de esas que el tiempo guardará en su seno, tan solo soy un ángel jugando a vivir, que no quiere que el negro azulado que inunda la noche le niegue sus metas.
Sigo en mi habitación, en la misma que comencé todo esto, intentando saber el porqué escribo esto; la verdad es que no le podré dar ninguna explicación en lo que dure mi respiración que tan solo está de paso por este rincón céntrico del universo; un universo que jamás descubriremos, que sus secretos mas evidentes morirán al igual que se crearon sin que ni un tan solo soplo de aire los haya descubierto.
El invierno, que está presente, se atañe a su papel en estos días con todas sus fuerzas, galopa sobre un aire que congela hasta las venas del príncipe con la sangre más cálida, congela el combustible del vehículo más resistente y hace que la espera de cualquier duda se haga interminable. Hace que los árboles se tambaleen mientras baten el cielo, mientras que los ancianos de un lugar muy concreto se cubran con sus viejas y apolilladas bufandas para no capturar algo que les agote sus últimos instantes de vida. Nieva alrededor de donde yo paso mis días, recordando los últimos instantes de mi infancia, tan solo nos llega el frío de los restos de ese manto blanco que inunda los alrededores, que no se dejó ver por las cercanías.
La vida se consume rápidamente, como un cigarro con el roce del viento. No puedo caerme y no levantarme por un amor que terminó, que aun sigo sin saber los motivos de su final. Me resignaré al olvido, a las palabras que nadie escuchará en las horas más adentradas en la noche en mi habitación, andaré todos los pasos que tenga que andar tan solo por el último suspiro de felicidad que me queda.
Termino escribiendo lo que no sabía como comenzaría y que ahora, por fin, tiene un final aparente, un final que no tendrá continuación. Mis pasos se escapan sin mí y no quiero dejarlos partir solos. Ya no queda nada de el sudor que dejé sobre esa cama compartida, tan solo migas de un amor terminado que, aunque en silencio guardo, jamás se volverá a repetir y tan solo quedará en sueños salteados en las noches en las que por fin conseguiré conciliar el sueño.
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