miércoles, 18 de febrero de 2009

En el salón de baile

Cada día pesaba más que el anterior. Las horas retrocedían, se borraban, no dejaban espacio alguno para el futuro. En un instante lo comprendí: no hay mañana.

En el salón de baile tan solo danzaba yo, no había quien jugara con la música, dibujando constantemente círculos con sus pies. La oscuridad anegó la esperanza y la música cesó.

La recepción estaba vacía, ausente. Solamente mi mirada admiraba aquella eterna soledad, la belleza que detrás de ella se esconde, los suspiros que gritaban vida, se perdían en mis solitarios oídos.

Cada día más eterno, cada baile mas oscuro, cada multitud con menos almas. No hay nadie en el mundo, en el universo, en la vida. No hay nadie. La luz se apaga, la eternidad espera, tan solo para mi. Un futuro que no llega y que tan solo yo pueda decidir, que tan solo yo se como será mañana, y pasado, y el siguiente mes; pero siempre retrocediendo hacia atrás.

La vida ya es ayer. La luz se apaga y sigo solo en este gran salón de baile.

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