miércoles, 17 de noviembre de 2010

Belleza


Amanece rosado el día, la noche termina y trae, con su lenta muerte, un cielo salpicado de sangre. Tras la oscuridad nace la belleza del nuevo día pero, con el amanecer, muere la belleza oscura de la noche. Las estrellas se ocultan con un destello de luz que ciega a mis ojos y no pueden apreciarlas para buscar un meteoro a toda velocidad rajando el firmamento para desear lo imposible.

Con este nuevo alumbramiento despierta la vida verde. Un nuevo nacimiento diario. Las flores se expanden para recibir al nuevo día, despliegan su vida y abrazan el calor.

El día pasa, a su ritmo, deprisa y despacio, siempre las dos cosas a la vez, para que la muerte ahogue al día y todo termine y vuelva a empezar de nuevo.

La belleza del crepúsculo despide a la luz y vuelve a nacer la sutileza de lo bello. Las estrellas vuelven a iluminar tenuemente el oscuro cielo. La sangre derramada hace unas horas vuelve a sus entrañas para acompañar miles de sueños, arroparlos en la noche y mecerlos hasta que se vuelva a terminar y a empezar todo de nuevo.

Después de todo, la belleza es saber mirar. Es saber distinguir lo que tiene de bello cada momento, cada instante, cada segundo, cada milésima de segundo...

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